jueves, 13 de junio de 2013

Texto narrativo: "Amor bajo la lluvia"

Todos en el pueblo hablaban de Alejandra. Unos, se referían a ella con palabras acres, otros, se referían a ella con las palabras más dulces que se les podían ocurrir, pues ella era la mujer más bella que habían visto jamás. Alejandra acababa de llegar a visitar a sus padres, ya que, desde que tenía 5 años, fue enviada a estudiar a Alemania; donde, luego de terminar sus estudios de bachillerato en un colegio de religiosas, inició sus estudios de Pintura y literatura. Se empecinó tanto en ser una buena estudiante que, un año antes de graduarse, ya había publicado dos libros y sus pinturas eran reconocidas en todo el continente Europeo. Se dirigió a casa de ellos y los saludó con un abrazo muy fuerte. Sus padres, muy felices, con la visita de su hija, ofrecieron una fiesta para todo el pueblo, para festejar el regreso del fruto de su amor. Todas las personas del pueblo asistieron a la fiesta. Doralba y Ruben, los padres de Alejandra, Aprovecharon el momento para presentarla a toda las personas presentes allí en ese momento, pues para entonces en el pueblo ya no quedaban muchas personas que la recordaran. Mientras sus padres estaban entretenidos hablando con sus amigos, ella, aprovechó la dispersión que hubo en ese momento entre los invitados para salir afuera de la casa de sus padres y poder fumarse un cigarrillo. Sacó la cajetilla de cigarrillos pero no tenía como encenderlos, miró para todos lados y vio a un hombre fumando cerca de ella. Temerosa se acercó a él con el cigarrillo en la boca, le tocó la espalda, el volteó y la miró, sacó de su bolsillo el encendedor y se lo dio. Ella encendió el cigarrillo. Alejandra –dijo- mucho gusto. Se incomodó al ver que su saludo no fue bien recibido. Cuando había decidido huir de ese lugar escuchó: Nicolás –dijo él levantando una ceja-. Alejandra entró de nuevo a la casa de sus padres, pero no podía dejar de pensar en ese sujeto. Al otro día, mientras caminaba por el parque, lo volvió a ver. Esta vez, Nicolás, la saludó con más confianza. Ella lo notaba más feliz. Alejandra lo saludó, Naturalmente. — ¿Cómo te termino de ir en la fiesta? — Bien. — Que pena contigo por no presentarme bien ayer, había tenido un día difícil y estaba pensando en eso. — No hay problema tranquilo. Siguieron hablando por un rato hasta que Alejandra decidió irse a la casa de sus padres. Siguieron viéndose todos los días y ambos comenzaban a sentir una conexión entre ellos. Sentían que estaban hechos el uno para el otro. Un día, se encontraban los dos conversando en el parque. De repente, la lluvia comenzó a caer del cielo como si alguien hubiera abierto una regadera. Alejandra, al sentir las gotas deslizarse sobre su espalda como niños en un resbaladero, decidió levantarse del pasto sobre el cual estaban sentados. Nicolás la sujetó del brazo y le pidió que no se fuera, que se quedara acompañándolo. Alejandra accedió. En ese momento ambos escucharon un sonido, era una canción. — ¿Bailas? — ¿Aquí bajo la lluvia? — Sí, aquí bajo la lluvia que nos empapa de pies a cabeza sin dejarnos un solo espacio de nuestros cuerpos seco. — Lo haré. Mientras bailaban, Nicolás observaba como las gotas de lluvia delineaban sus delicados y finos labios, bajaban por su cuello y llegaban a su pecho. Al llegar allí, las gotas de lluvia, le parecía que no querían moverse de ese lugar, o eso quería creer. Nicolás, quien estaba perplejo con la hermosura de la mujer que tenía en frente, no quería que se momento acabara. — ¿En qué piensas? — En lo bien que se siente. — En lo bien que se siente qué. — Estar contigo en este momento. Nicolás aprovechó el momento y la besó. Alejandra, aunque al principio se resistía, desistió de su intento, pues sabía que era inevitable. En ese instante el tiempo comenzó a correr más rápido. Nunca se había escuchado a una persona moverse tan rápido como ellos en ese momento escuchaban. Ellos, jamás habían escuchado tal silencio en el pueblo. Se separaron y todo volvió a la normalidad. La lluvia seguía cayendo, la música seguía sonando a un ritmo normal, las gotas de agua, que parecían caer más rápido, volvieron a caer normalmente. Tal fue la sensación que sintieron ambos que, después de ese beso, quedaron estupefactos uno en frente del otro. Alejandra sólo podía mirarlo a él. Le era indiferente lo que estuviera pasando a su alrededor. Sentía que de verdad lo amaba. Nicolás, quien en un principio estaba confundido por lo sentimientos que sentía hacia ella, estaba completamente seguro de que era la mujer de su vida. Miraron la hora y soltaron una carcajada. — Mira la hora que es. — Mis papás deben de estar preocupados por mí. — No quiero que te vayas, quédate conmigo un momento más. — Es el momento de despedirnos. Alejandra lo besó de nuevo y le susurró al oído: Fue bonito haberte conocido. Nicolás quedó muy confundido, pero tomó esas palabras como un cumplido. Nicolás caminó en dirección a su casa, y antes de poder voltearse lo tenían abrasado por la espalda. Cuando lo soltaron, siguió caminando. Nicolás murió. ¿Es cierto eso? Sí, encontraron su cadáver tirado a unos metros del parque. ¿Quién pudo haber sido capaz de matarlo? Era lo único que se escuchaba al otro día en el pueblo. La gente no podía asimilar que Nicolás hubiera muerto. Doralba se acerca a Alejandra y le da la triste noticia. Ella, para sorpresa de todos, responde en un tono muy tranquilo: Ya lo sabía. Esa noche, después de despedirse de Alejandra, cuando sintió que alguien lo abrasaba por la espalda primero se asustó, pero luego reconoció el olor de Alejandra, sintió la suavidad de sus brazos cuando los tocó y sintió una tranquilidad que solo lo hacía sentir ella. Ella lo besó en la mejilla. Y se alejó de él. Él siguió caminando y cayó al suelo. Se tocó el estómago y sintió que estaba húmedo, se miró la mano y la vio llena de sangre. Alejandra lo había rajado con un cuchillo que había sacado de su casa. Un amor que comienza bajo la lluvia, bajo la lluvia acaba. La incesante lluvia todo se lo lleva –dijo Alejandra mientras limpiaba el cuchillo- así hubiéramos comenzado una relación, hubiera tenido que matarte. Te amó tanto que no pude aguantar las ganas de hacerlo. Te llevaré siempre en mi recuerdo y por siempre serás inmortal. En mi cabeza rondarás y de ahí no saldrás. Tu muerte fue el comienzo del gran amor que siento por ti. Al haber muerto me haces la mujer más feliz.

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